Las clases de educación motriz deben plantear
situaciones vitales de permanente y dinámico desarrollo para los jóvenes y
adolescentes, con variantes que les permitan vislumbrar a cada momento sus
posibilidades personales como un maravilloso descubrimiento.
Estas sensaciones dependen de cómo experimentan el
placer de moverse, de resolver con éxito
los problemas que se plantean y de tener la posibilidad de poner en juego sus
capacidades funcionales.
Las actividades motrices deben ser un medio de
gozo, seguridad y afianzamiento de la personalidad. Esto solo es posible en un
clima de libertad, donde el educador oriente la disciplina y brinde
oportunidades cada vez mayores de compartir responsabilidades por medio de la
colaboración grupal.
Otro factor fundamental que
demuestre- 'a necesidad de que exista alegría en las clases, es el de la
dinámica motivacional: el placer por el movimiento permite una desinhibición por
la cual los impulsos, la disposición y la permeabilidad para el aprendizaje, se
aceleran y permiten una mayor eficacia en el trabajo; la alegría colabora en la
obtención de mejores aprendizajes. A la vez, esto no se contrapone con la
autodisciplina personal y grupal, para el logro de los objetivos de
trabajo.
"Sin libertad, espontaneidad y
alegría, la clase de educación del movimiento pierde su más íntimo y profundo
contenido".
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